En los países de América Latina la desigualdad de oportunidades sigue siendo una barrera para millones de jóvenes. Entonces, en este contexto, las empresas tienen hoy la posibilidad, y también la responsabilidad, de convertirse en agentes de cambio.
No se trata solo de un imperativo ético o social: promover la inclusión de talentos jóvenes que provienen de contextos vulnerables también es una decisión estratégica que enriquece a la organización desde múltiples dimensiones.
En un momento en el que las empresas expresan atravesar una importante escasez de talento, dejar de mirar a ciertos colectivos o grupos que pueden ser parte del mercado laboral es no tener una visión a futuro de las posibilidades que se podrían abrir.
Es que muchas veces, estos jóvenes no acceden a oportunidades formales de empleo no por falta de capacidad o motivación, sino por haber nacido en entornos donde el acceso a la educación de calidad, a redes de contacto o incluso a información sobre cómo funciona el mundo laboral es limitado. Romper ese círculo requiere de políticas activas y de una mirada abierta por parte de quienes toman decisiones en las compañías.
Estrategias positivas
¿Qué pueden hacer las empresas para fomentar esta inclusión? Lo primero es revisar sus propios procesos de reclutamiento: ¿están pensados para encontrar el mejor talento o para filtrar por criterios que, en la práctica, terminan perpetuando la exclusión?
Por ejemplo, pedir experiencia previa para puestos de entrada, limitar la búsqueda a determinadas universidades o usar un lenguaje excesivamente técnico en las convocatorias puede desalentar la postulación de jóvenes que, aunque talentosos, no cuentan con esas credenciales.
Otro aspecto clave es generar programas de pasantías, entrenamientos o primeros empleos especialmente diseñados para estos perfiles. Asociarse con ONGs, fundaciones, programas de inserción laboral o instituciones educativas en barrios populares puede ser un gran paso para tender puentes.
Además, es preciso reconocer que la capacitación interna también juega un rol fundamental: no se trata solo de formar técnicamente a estos jóvenes, sino también de acompañarlos en su desarrollo profesional y personal, brindándoles mentoría, feedback y contención.
Todos son parte de la solución
El trabajo de las compañías no solo debe estar enfocado en los talentos jóvenes que quieren sumar, además es imprescindible trabajar anteriormente con los equipos que ya forman parte de la empresa.
¿Por qué? Es que es fundamental que los equipos estén preparados para recibir a personas con trayectorias distintas a las tradicionales, incluso hasta con costumbres diferentes.
Promover una cultura organizacional basada en el respeto, la empatía y la valoración de la diversidad es tan importante como ofrecer una oportunidad laboral. Incluir no es solo contratar: es generar las condiciones para que ese talento pueda crecer y desplegar su potencial.
En definitiva, apostar por la inclusión de jóvenes de contextos vulnerables no es una acción de beneficencia: es una inversión inteligente en futuro, innovación y compromiso social. Las empresas que lo entienden y lo incorporan como parte de su ADN no solo construyen un mejor presente, sino que se posicionan como actores relevantes en la construcción de una sociedad más equitativa y sostenible.